San Isidro despertó un gran fervor entre
las gentes, tanto, que leyendo su obra y milagros no he podido dejar de
comparar a San Isidro con un ídolo o “celebrity” a los que sus fans le piden
autógrafos, prendas, fotos…
Pues bien, San Isidro, después de muerto
fue presa de esos “fans”, siendo víctima (por causa de ese fervor religioso) de
viajes, procesiones e incluso algunas mutilaciones.
En 1232, estando el santo expuesto a la
pública veneración, un sacerdote llamado Pedro Garcia, racionero de Sta. Mª de
la Almudena, sacó unas tijeras y cortó unos cabellos de la cabeza. Llevóselos a
su casa provisionalmente con el propósito de colocarlos en su iglesia; pero le
sorprendió una gran turbación y encogimiento de ánimo que, conociendo que era
efecto de su atrevimiento, se apresuró a llevarlos a su iglesia, con la cual
recobró la pérdida de tranquilidad.
En el siglo XIV, la reina Doña Juana,
esposa de Enrique II, visitó el sagrado cuerpo y pidió y obtuvo que la diesen
uno de los brazos; pero en el acto, y todavía dentro de la iglesia, la
sobrecogió tan recio accidente, que estuvo en gravísimo peligro de morir; y
aunque con mucho trabajo, pudo pronunciar estas palabras: Vuelvan el brazo al
Santo, recobrando la salud tan pronto como fue obedecida. (este brazo, el
derecho es el que está suelto y desencajado)
Isabel La Católica, estando enferma se encomendó al Santo y alcanzó la
salud, por lo cual pasó a dar las gracias al Santo a su capilla. Una dama que
la acompañaba besó los pies del Santo, y con disimulo le arrancó el dedo pulgar
del pie derecho. Cuando la comitiva se marchó y llegaba al río Manzanares,
mientras todos los carruajes pasaban el río, el carruaje en el que iba esta
dama, no podía pasar porque los caballos se encabritaban. No podían explicarse
este extraño suceso, hasta que la dama confesó su fechoría; la reina, dio orden de restituir la sagrada reliquia a
su lugar y entonces los rebeldes e
indómitos caballos pasaron con la docilidad y mansedumbre de todos los demás.
Felipe II, sanó de unas peligrosas fiebres,
tras beber agua de la fuente que hizo brotar el Santo para Juan de Vargas (la
fuente actual de la Ermita de San Isidro)
En 1619, Felipe III viniendo en camino
hacia Madrid de las Cortes de Lisboa, a la altura de Casarrubios del Monte,
cayó gravemente enfermo y el Santo fue llevado en litera por los Agustinos
hasta el lugar (unos 50 km de la época), donde le veneró en su dormitorio.
Carlos II, tuvo durante muchos años bajo su
almohada un diente, que un cerrajero del rey llamado Tomás, le entregó.
Ya en el siglo XX, en 1936, a principios de
la Guerra Civil Española, La Real Colegiata de San Isidro fue saqueada e
incendiada, como tantas otras iglesias en Madrid, por el movimiento
anticlerical que hubo. Al finalizar la guerra, todo el mundo dio por perdido el
cuerpo, pero con el testimonio del obispo de la diócesis madrileña, Leopoldo
Eijo, que mandó esconder el cuerpo de San Isidro en una habitación sellada con
ladrillos y mortero, el 13 de mayo de 1939 se descubrió nuevamente al Santo.
En las últimas décadas la Iglesia expone muy poco al
público el cuerpo
del Labrador. En 1947 para rogar por la lluvia ante una
devastadora sequía; en 1969, en la efeméride del 350º aniversario
de la beatificación de San Isidro; en 1972, con motivo
del octavo centenario de su muerte; en 1982, noveno
aniversario de su nacimiento y en 1985 durante las celebraciones del primer
centenario de la diócesis de Madrid y está previsto exponerle otra vez en
2022, coincidiendo con el cuarto centenario de su canonización.
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