Entre las calles Espejo y de la Unión, (Desde la plaza de Isabel
II, hay que entrar por la calle Independencia).
Es una calle pequeña y estrecha que tiene 2 curiosas historias:
Historia:
En las aguas del arroyo de San Ginés (que bajaba por la calle
Arenal hacia los Caños del Peral) no se sabe en qué época, existía un gran
lagarto, que tenia atemorizado al vecindario. Para acabar con el problema, se
decidió darle caza con un lazo, que pusieron en esta calle. Como lograron darle
caza, empezaron a llamarla así.
Lo cierto es que en la parroquia de San Ginés, muy cerquita a esta
calle, en la capilla de Nuestra Señora del Castillo, antes dedicada a la Virgen
de los Remedios, se conservaba desde 1522 un gran caimán disecado a los pies de
la Virgen, que fue regalado por Alonso de Montalbán, funcionario de los Reyes
Católicos, según una experiencia que tuvo en un viaje a la Indias. El animal
estuvo a la vista de todos hasta hace muy poco, según se dice, porque el
párroco (que por cierto tiene bastante mal genio con los turistas) harto de las
visitas a la “capilla del lagarto”, optó por retirarlo, para evitar los
curiosos a la iglesia.
Este nombre no aparece en el Plano de Texeira (1656) y es difícil
de reconocer la calle, aunque las aledañas, calles de Santa Clara y la del
Espejo, están bien definidas.
La otra historia es un poco más romántica:
En tiempos de Alfonso X El Sabio, (siglo XIII), vivía en esta
calle Doña María Delanda, amante del Rey. Éste le regaló un lazo de oro, que María
Delanda lucía en sus citas reales, hasta que un día dejó de llevarlo.
Sospechando el rey, ordenó que pusieran a la dama bajo vigilancia.
Sus sospechas eran fundadas, ya que María Delanda recibía habitualmente en sus
aposentos a un joven galán.
Un día, cuando el caballero se acercaba a la calle del Espejo con
el lazo prendido en sus ropas, fue asesinado
a puñaladas, sirviendo el lazo como distintivo y prueba de la
infidelidad de la mujer.