Pza. de Isabel II
s/n (metro Ópera)
La historia se remonta cuando Felipe II
trae la Corte a Madrid. Se ordenó la construcción de una fuente pública para
abastecer de agua a la población junto a una de las puertas de la muralla
cristiana, la puerta de Vanaldú.
Esa zona, la que hoy conocemos como la
Plaza de Isabel II (Ópera para todos los madrileños) era un terreno empinado,
con barrancos formados por el “arroyo del arenal”, que discurría por la actual
calle del Arenal y continuaba paralelo a la muralla hasta llegar al río
Manzanares. Además este terreno tenía multitud de acuíferos que se aprovecharon
para hacer una fuente.
En un principio la fuente era sencilla, con
un solo caño, situada junto a un gran peral, de ahí su nombre, pero como todo,
según las necesidades de la población, la fuente se fue reformando, hasta que
Juan Bautista de Toledo (arquitecto de El Escorial) diseña una fuente con 6
caños y un gran pilón y estaba separado del arroyo del Arenal mediante un
pretil (muro pequeño). Los excedentes de agua se aprovechaban en un lavadero
que tenía un total de 57 pilas.
Este punto, entre aguadores, lavanderas,
animales abrevando… fue un lugar de reunión de los madrileños y un lugar
excepcional para las compañías de teatro ambulante.
En 1663 el ayuntamiento vendió el lavadero, a causa de los
conflictos que le suponía su arrendamiento.
Felipe V, que reinó en España desde 1700, era un hombre educado
en la corte de Francia, acostumbrado a las fiestas, representaciones, bailes…
mandó llamar en 1703 a la compañía Italiana de Bartoli, para que hiciese representaciones en los corrales de comedias y
les concedió durante 3 meses el usufructo del Coliseo del Buen Retiro. Estos
representaban obras con una mezcla de recitado, canto y baile. Tal fama alcanzó
esta compañía, que en 1708, el Ayuntamiento de Madrid le otorgó permiso para
construir un teatro en el solar de unos lavaderos públicos conocidos como “Los
Caños del Peral”.
Así es como Bartoli, construyó un pobre teatro, (algunos
cuentan… “cuatro tablones y clavos”), que fue el primero que hubo en aquel
sitio. Este teatro se dejó de utilizar en 1725.
Uno de los más grandes cantantes del siglo XVIII, Farinelli,
fue llamado por la reina para curar a Felipe V de su “depresión melancólica” y tanto es así, que el rey mandó a Scotti
construir un edificio de nueva planta … “con el motivo de venir a la Corte
una compañía de cómicos italianos para hacer sus óperas en los Caños del Peral”.
Las obras empezaron en 1737 y la primera representación fue el 9 de febrero de
1738.
El funcionamiento del teatro se supedita principalmente al
apoyo de la Casa Real, que es
irregular, lo que provoca sucesivos periodos de cierre. Otras veces, el teatro
se utilizó, no para funciones de ópera, sino para bailes de máscaras según el
gusto francés.
Con el reinado de Carlos IV, a partir de 1788, el teatro
conoce un relanzamiento como sede operística de Madrid. En 1799 se ordena que
todas las obras representadas en España lo han de ser en español y por actrices
y actores españoles.
A partir de la Guerra de la Independencia, el teatro suspende
sus actividades y en 1810 se cierra porque se teme su derrumbe. Finalmente es
demolido en 1817, ya que hay un nuevo proyecto de teatro integrado en la Plaza
de Oriente y ocupa parte del solar de este antiguo teatro.
Con
la remodelación de la Plaza de Oriente, Fernando VII, promovió la construcción
de un nuevo Teatro de ópera. En 1818 mientras el arquitecto González Velázquez
se encargaba del movimiento de tierras y nivelación de la plaza, el arquitecto
Antonio López Aguado que proyecta el
Teatro, comienza las obras.
El
diseño, ajustado al entorno de la Plaza de Oriente, era de un edificio en forma
hexagonal irregular (en vista aérea
parece un féretro) cuya fachada principal miraba al Palacio y la posterior
hacia la Plaza de Isabel II.
La
escasez de fondos de la Casa Real, hizo que las obras sufriesen numerosos
parones, hasta que finalmente, por Real Orden de 7 de mayo de
1850, el gobierno encargó al arquitecto Francisco Cabezuelo la terminación de
las obras y el edificio pudo ser inaugurado por la reina Isabel II 6 meses
después, con el estreno de la ópera La Favorita de Donizetti.
El
interior del teatro tenía una capacidad para 2800 espectadores, distribuidos en
4 órdenes de palcos y la platea, siendo el escenario uno de los más grandes que
se habían construido en Europa. Para realizar la armadura de la techumbre, se
tuvo que talar un bosque entero de pinos. Había dos salones de baile, tres salones de descanso, una
confitería, un café, un tocador y un guardarropa. Todas estas comodidades se
habían copiado de grandes teatros europeos como el San Carlo de Nápoles o La
Scala Milán.
En el siglo XIX, el teatro ha tenido muchos
altibajos: temporadas con gran asistencia de público, otras con estrepitosos
fracasos, la gestión en manos privadas… que solían abandonar su administración
tras sufrir grandes pérdidas. Sin
embargo en el último cuatro de este siglo, se presentaron las voces más
prestigiosas del panorama europeo.
Durante
el siglo XX el teatro ha tenido numerosas vicisitudes.
A
partir de 1916, los ballets rusos visitaron el teatro, con gran éxito.
En
1925, aparecieron unas grietas en la estructura del edificio, unos opinaban que
eran consecuencia de la construcción de la línea de metro 2 y otros por el
curso de aguas subterráneas que discurrían junto a la cimentación. Se cambió el antiguo armazón de madera por
una estructura de hormigón armado, y a la vez se triplicó el espacio útil con
la creación de espacios bajo la rasante.
Durante
la Guerra Civil, convirtieron el teatro en un polvorín, quedando práctimante
ruinoso. Se planteó su demolición.
Franco,
decidió transformarlo en una sala de conciertos, Real Conservatorio de Música y
Escuela de Arte Dramático, y construir otro Teatro de Ópera en distinta
ubicación. Las obras se encargaron a González Valcárcel, que recibió en numerosas
ocasiones la orden expresa desde el Ministerio de cegar con cemento el foso del
teatro para inutilizar definitivamente el Real como Teatro de Ópera. Gracias a
su decisión de no hacerlo, se ha podido recuperar posteriormente el Teatro. Se
abrió en 1966 .
En 1979, el Gobierno decide construir un
Auditorio Nacional de Música de nueva planta y reconvertir el Teatro Real en
teatro de ópera. Las obras se encargaron al arquitecto Valcárcel y
no pudieron empezar hasta 1991. Al poco tiempo de empezar las obras muere
Valcárcel a pie de obra y se hacen cargo del proyecto su hijo Jaime González
Valcárcel y Miguel Verdú. Posteriormente un nuevo arquitecto Francisco
Rodriguez Partearroyo se hace cargo de las obras modificando radicalmente el
proyecto original.
Los planes de
Partearroyo, se preocupan más por la acústica del coliseo, permiten un mejor
aprovechamiento del espacio con la creación de salas de ensayo y espacios para
uso administrativo. También incorpora una de las mejores maquinarias escénicas
que había disponible en el mercado. Actualmente el escenario del Teatro tiene
18 plataformas con movimiento vertical y cuatro con movimiento horizontal, lo
que permite tener montadas varias escenografías al mismo tiempo.
El interior del
Teatro se rehabilita completamente y después de 7 años de obras se convierte en
uno de los mejores teatros de ópera de toda Europa, sobre todo por su carácter,
aforo, casi 2.000 localidades, calidad técnica, esplendor y programación.
En 11 de octubre
de 1997 se reinaugura el Teatro Real de Madrid con un programa genuinamente
español: la opera La Vida es Breve y el ballet El Sombrero de Tres Picos ambas
de Manuel de Falla.
La gestión del
Teatro corresponde a la Fundación Teatro Lírico. El Patronato de esta Fundación
lo componen el Ministro de Cultura del Gobierno de España, La Comunidad
Autónoma de Madrid y el Subdirector General de Música y Danza del Ministerio de
Cultura.
Actualmente en sus
nueve plantas alberga:
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